Elegir un plan de pensiones no consiste en mirar lo que ocurrió en el pasado, sino en adaptarlo a sus necesidades y a su situación personal. Para acertar, hay tres aspectos que marcan la diferencia: qué quiere conseguir, cuánto riesgo puede asumir y cuánto tiempo tiene por delante.
Defina su meta de jubilación. Antes de nada, piense en la cantidad que le gustaría mantener cuando se jubile. ¿Quiere conservar el 70%, el 80% o el 100% de sus ingresos actuales? Por ejemplo, si hoy gana 2.000 € y desea mantener el 80%, necesitará unos 1.600 € al mes. A partir de ahí, calcule cuánto debe complementar la pensión pública.
Ajuste el riesgo al tiempo que le queda. Si faltan más de 15 años, puede asumir más riesgo y optar por planes con mayor peso en renta variable. Si faltan entre 10 y 15 años, lo recomendable es un plan mixto que combine renta fija y variable. Si faltan menos de 10 años, conviene priorizar la estabilidad y reducir la exposición a renta variable. Una regla sencilla: si una caída del 10% le preocupa mucho, elija un plan de pensiones más conservador.
Controle costes y mantenga la constancia. Las comisiones importan. Una diferencia de unas décimas puede suponer miles de euros menos en su ahorro final. Prefiera planes con comisiones competitivas y mantenga aportaciones periódicas, aunque sean pequeñas, para aprovechar el interés compuesto. Además, busque flexibilidad para ajustar las aportaciones cuando lo necesite.
Pregúntese antes de decidir:
¿Tengo claro cuánto quiero cobrar al jubilarme?
¿Sé cuánto riesgo puedo asumir sin sentirme incómodo?
¿He comprobado las comisiones del plan?
¿Puedo mantener aportaciones regulares?
Antes de entrar en detalle, conviene saber que los planes de pensiones pueden clasificarse de muchas formas: según el promotor, el tipo de aportaciones o prestaciones, o la forma en que invierten el dinero. Esta última, la política de inversión, es clave para entender el riesgo, la rentabilidad esperada y la estabilidad del ahorro.
Aquí nos vamos a centrar en esa clasificación. Para explicarlo de forma clara, usaremos tres perfiles ficticios que representan situaciones muy habituales:
👩 María (60 años), le faltan 7 años para jubilarse, busca seguridad y no quiere sobresaltos.
👨 Javier (45 años), tiene 20 años por delante, quiere equilibrio entre crecimiento y estabilidad.
👩💼 Laura (35 años), le quedan más de 30 años, está dispuesta a asumir más riesgo para maximizar rentabilidad.
Con ellos veremos cómo funcionan los tres tipos de planes más comunes: renta fija, renta variable y renta mixta.
Un plan de renta fija invierte principalmente en bonos del Estado, deuda pública y emisiones corporativas. Esto significa que su dinero se presta a gobiernos o empresas a cambio de un interés. Son planes más estables, con menos altibajos, pero también con una rentabilidad más limitada.
¿Quién lo elegiría?
Un plan de renta variable invierte en instrumentos financieros, como las acciones, cuya rentabilidad cuyo rendimiento no está garantizado y puede fluctuar según la evolución del mercado y la empresa.. Esto implica que su valor puede subir mucho… o bajar. Son planes con más riesgo, pero también con mayor potencial de rentabilidad si se mantienen a largo plazo.
¿Quién lo elegiría?
Un plan mixto combina renta fija y renta variable en distintas proporciones. Es como tener un pie en la seguridad y otro en el crecimiento. Cuanto mayor sea el peso de la renta variable, más riesgo y más potencial de rentabilidad.
¿Quién lo elegiría?
Por qué es el más común los planes mixtos son elegidos por muchas personas ya que la mayoría está en una situación intermedia, como Javier. No buscan el máximo riesgo, pero tampoco quieren quedarse con la rentabilidad más baja. Por eso, los planes mixtos son una opción muy popular.
Elegir un plan de pensiones no es solo comparar nombres o rentabilidades. Es una decisión que afecta a su tranquilidad futura, por lo que conviene analizar factores clave que determinan si el plan encaja con usted. Para explicarlo mejor, vamos a usar tres perfiles ficticios que nos acompañarán en todo el análisis:
Para hacerlo más claro, seguiremos con nuestros tres perfiles:
Con ellos veremos cómo influyen los cuatro aspectos más importantes.
El perfil de riesgo indica cuánto riesgo de pérdidas puede asumir sin sentirse incómodo. No se trata de ser valiente, sino de encontrar el equilibrio entre tranquilidad y rentabilidad esperada. Este factor es clave porque determina el tipo de plan que le conviene: renta fija, renta variable o mixto.
El horizonte temporal es el tiempo que falta hasta su jubilación, y condiciona la estrategia de inversión. Cuanto más lejos esté la meta, más margen hay para asumir riesgo y aprovechar el potencial de crecimiento.
Es habitual fijarse en la rentabilidad histórica de un plan, pero hay que tener siempre presente que rentabilidades pasadas no garantizan resultados futuros. Las comisiones, en cambio, son seguras: se aplican cada año y afectan directamente al capital acumulado. Por eso, al comparar planes, no se quede solo con la rentabilidad bruta: mire la rentabilidad neta después de comisiones.
La vida cambia, y su plan debe adaptarse. La flexibilidad en las aportaciones le permite ajustar la cantidad que invierte sin penalización, algo fundamental para mantener la constancia a largo plazo.
Antes de firmar, es fundamental analizar el plan con lupa. No basta con fijarse en el nombre o en la rentabilidad del último año. Estos son los puntos clave que debe revisar:
Una de las razones más potentes para contratar un plan de pensiones son sus beneficios fiscales. En España, las aportaciones reducen la base imponible del IRPF, lo que significa pagar menos impuestos hoy.
¿Cómo funciona en la práctica?
Si aporta 1.500 € y su tipo marginal es del 30%, se ahorra 450 € en impuestos ese año.