La inversión sin riesgo no existe

​El riesgo es una variable que indica la probabilidad de ocurrencia de un suceso y su impacto sobre una inversión. Cuanto más altas sean estas componentes, probabilidad e impacto, mayor será el riesgo de la inversión. Así que, antes de invertir siempre hay que tener en cuenta esta variable, descomponiéndola en los diferentes tipos que puedan existir y aplicarla sobre la rentabilidad esperada.

Todas las inversiones llevan asociado un cierto nivel de riesgo, por bajo que sea, así que puede que las cosas no salgan como se habían planeado antes de invertir. Decir que una inversión está exenta de riesgo es un mito que no se corresponde con la realidad y, por tanto, mejor alejar nuestro dinero de las "inversiones sin riesgo".

El riesgo siempre existe porque siempre hay factores internos y externos a la operación, que pueden activarse y desencadenar procesos que vayan en contra de la inversión. Decían que el Titanic era imposible de hundir y navegaba tranquilo por gélidas aguas repletas de icebergs, pero un exceso de confianza y un error de cálculo, provocaron su hundimiento. Si no quieres que tu inversión sea un Titanic, debes considerar siempre los posibles riesgos que pueden afectar a la inversión y preparar un plan para cubrir los más probables y poder reaccionar en los casos menos probables pero posibles.

​​​​Por ejemplo, si se invierte en un inmueble para montar un negocio de alquiler de habitaciones, cabe la posibilidad de que un accidente (incendio, inundación), una catástrofe natural (terremoto, lluvias torrenciales), un problema legal (carencia de los permisos necesarios para la actividad, cambios en la ley) y otros muchos factores, provoquen que el inmueble no sirva para el fin adquirido y, por tanto, la inversión no ofrezca la rentabilidad esperada. En un caso extremo, además, podría darse la situación de que el inmueble quedara inutilizado totalmente, por lo que no sólo no funcionaría el negocio de alquiler, sino que el activo pasaría a tener valor que tiende a cero.

En otros tipos de operaciones, como la compra de acciones de una empresa, también existe el riesgo de que la rentabilidad no sea la esperada, situándose por debajo de lo estimado inicialmente. Una empresa que hoy marcha viento en popa, está sujeta a muchos riesgos (legales, comerciales, financieros, técnicos, entre otros) que pueden poner en problemas la viabilidad del negocio y, por tanto, tumbar la inversión, convirtiendo las acciones en simples papeles sin valor.

Por norma general, se dice que "a mayor riesgo hay mayor recompensa", afirmación que tiene lógica porque lo justo es retribuir más a quien más pone en juego. De esta manera, siempre que se materialice una inversión, habrá un cierto nivel de riesgo y, en base al mismo, junto con otros factores clave, se dimensionará el retorno. Para mitigar algunos riesgos de las inversiones, existen productos de seguros específicos, los cuales pueden cubrir un amplio abanico de situaciones de riesgo y prever la indemnización en caso de siniestro, protegiendo los intereses del inversor.

Los seguros llevan asociado un coste que hay que contemplar en el cuadro del cálculo de rentabilidad de la inversión, pero que puede resultar interesante asumir porque son clave para cubrir riesgos que, en caso de materializarse, cambiarían el signo del resultado de la inversión y podrían llegar a ser catastróficos para el negocio. Un seguro de incendio, por ejemplo, permitiría recuperar parte o la totalidad del valor del inmueble del ejemplo anterior, aportando los fondos necesarios para su rehabilitación y puesta en marcha de nuevo en caso de que se produjera un siniestro.

En algunas ocasiones, lo que se hace para tratar de garantizar el valor de una inversión es combinar diversos productos que se consideran antagónicos, de tal manera que si sube el precio de uno, baja el del otro. Esto es fácil de comprender cuando juegan dos variables, pero no tanto si intervienen más, la dificultad se incrementa. Además, cuando la correlación entre ambos productos está basada en datos históricos y no hay ningún elemento cuantitativo que la sustente, sucede que se está invirtiendo con una falsa seguridad que no es real.

Por ejemplo, es posible que durante un tiempo se tuviera la percepción de que "siempre sube el valor de la vivienda", o "el precio de la acción de las compañías eléctricas siempre sube", pero ya hemos visto en los últimos años que las variables pueden cambiar y las tendencias, por muy fuertes que hayan sido históricamente, pueden tomar caminos opuestos y dejar de existir correlaciones que no eran tales. Por ello, siempre hay que considerar que toda inversión tiene un riesgo y hay que actuar en consecuencia, alejándose de quienes ofrecen "rentabilidades aseguradas".​