Así puedes aprender economía con el cuento de la lechera

​El cuento de la lechera es una fábula que ha tenido muchas versiones a lo largo de los tiempos. Se piensa que la primera fue obra del griego Esopo. De forma muy gráfica, nos enseña economía a través de los sueños de una joven emprendedora.

La fábula del cuento de la lechera

En la fábula, hay una joven que llevaba un cántaro de leche. En su camino va pensando qué hará con lo que obtenga por la leche. El rendimiento lo reinvertiría en nuevas actividades que cada vez le ofrecerían más ganancias con las que hacer frente a nuevas inversiones. Su fantasía no tenía límites. 

Sin embargo, mientras soñaba despierta, su falta de atención hizo que tropezase. Se rompió el cántaro, perdió la leche y, con ella, todos los planes fabulosos que tenía pensados con las ganancias que iba a obtener con la venta de la leche y el futuro al que aspiraba.

¿Qué podemos aprender del cuento de la lechera?

En primer lugar, es bueno construir planes de futuro, pensar qué vamos a hacer, las razones que tenemos para invertir y planificar proyectos para conseguirlo. Sin embargo, en esa mirada hacia delante tenemos que ser realistas. No podemos dar por hecho que cada paso previsto será enormemente sencillo. Hay que tratar de prever no solamente lo que nos pueda favorecer, sino también qué retos habrá que superar, comprender nuestras debilidades y las amenazas del entorno.

Por otro lado, la falta de concentración en el camino desmoronó los planes de la lechera. La enseñanza es que hay que prestar mucha atención al presente. Cada paso que damos en nuestros proyectos se apoya sobre el anterior. Lo que hacemos ahora es fundamental para que el futuro salga como lo hemos previsto. 

En el aspecto financiero de la vida de cualquier persona sucede que, como debía haber hecho la protagonista del cuento de la lechera, hay que conocer nuestros sueños (de forma realista) y las necesidades que tendremos, proyectar planes, llevarlos a presupuestos con cifras concretas prestando la debida atención a los riesgos y oportunidades, y controlar si se cumplen, aprendiendo de nuestros errores y adaptándonos a las variaciones de nuestro entorno.