¿Cuántas tarjetas bancarias necesito?

A la hora de contratar tarjetas bancarias, muchas personas se preguntan cuántas deben llevar en la cartera para poder atender todas sus necesidades de pago en el día a día. La respuesta es que depende de cada persona, ya que en función de sus usos y costumbres, habrá de contratar unos tipos de tarjetas u otras. Eso sí, es factible pensar en un conjunto de tarjetas básico para poder pagar en cualquier establecimiento, sin asumir un alto coste.

Tipos de tarjetas bancarias

Las tarjetas bancarias son una herramienta para disponer de dinero de forma inmediata, que evitan a los clientes la necesidad de llevar encima billetes y monedas. Son todo ventajas, tanto por la comodidad de poder disponer de dinero en cualquier momento pero sin llevarlo encima, como por la seguridad que ofrecen a quien paga con ellas.

Los dos tipos de tarjetas bancarias más extendidos son las tarjetas de débito y las tarjetas de crédito. Las de débito permiten pagar directamente contra el saldo en cuenta, siendo una condición imprescindible que haya suficiente dinero en la cuenta para poder ejecutar el pago. Sus comisiones suelen ser las más bajas de todas las tarjetas bancarias, tanto por disposición de efectivo en cajero como por pagar con ella en un comercio.

Las tarjetas de crédito disponen una línea de crédito asociada que el cliente puede usar para pagar sus compras. Una vez cerrado el ciclo de facturación de su entidad, el cliente puede optar por devolver toda la cantidad dispuesta al final de mes o fraccionar el pago en varios plazos a cambio de pagar el tipo de interés establecido en el contrato.

Además de las anteriores, las entidades financieras ofrecen más tipos de tarjetas a sus clientes. Por ejemplo, las asociadas a dispositivos de telepeaje, que sirven para pagar en vías de peaje sin tener que parar el vehículo. Se trata de un medio de pago que resulta ideal para aquellas personas que viajan a menudo o que buscan un confort total en sus desplazamientos.

También están las tarjetas virtuales, que sirven para realizar pagos seguros en sitios en Internet. Son tarjetas sin plástico, es decir, se trata de simplemente un número, una fecha de caducidad y un código de seguridad, datos requeridos para los pagos online. Su mayor ventaja es que suelen funcionar con sistemas prepago, lo que ayuda a evitar cargos no autorizados en ella si alguien ajeno se hace con los datos.

Por último, están las tarjetas sin cambiar de banco, que son las que ofrecen diferentes entidades para promocionar alguno de sus servicios. Por ejemplo, las tarjetas de los grandes almacenes, de aerolíneas que ofrecen ventajas a los pasajeros que pagan con ellas, en forma de seguros, descuentos, pago aplazado de bajo coste, entre otras.

Y a mí, ¿cuáles son las tarjetas que me convienen?

Es bastante frecuente que las personas contraten sus tarjetas a la entidad en la que tienen domiciliados los ingresos de la nómina, principalmente por su utilidad en la operativa del día a día (pagos, retirada de efectivo en cajeros, centralización de movimientos, etc.). Sin embargo, dependiendo de las necesidades y perfil de cada persona, estas tarjetas puede que no sean suficientes o las únicas en su cartera.

Como norma general, se puede proponer la contratación de una tarjeta de débito y otra de crédito, con el objetivo de pagar con cualquiera de las dos modalidades las compras de bienes y servicios del día a día. Con una tarjeta de cada tipo, siempre se podrá elegir cómo se quiere pagar, para anticiparse a cualquier tensión puntual del saldo de la cuenta a la que pueda dar respuesta la tarjeta de crédito.

Además, de las anteriores, nunca está de más disponer de alguna tarjeta adicional, por varios motivos prácticos. Por seguridad, ya que en caso de que se extravíe o se rompa una tarjeta y se tenga que anular, siempre habrá en la cartera una segunda opción para pagar. También, porque la mayor parte de tarjetas son admitidas en cualquier establecimiento que acepte pago con dinero de plástico, pero hay algunas que no son aceptadas.

Otras razones que justifican la contratación de una tarjeta adicional son las mejores condiciones de financiación que pueden ir asociadas a una tarjeta de crédito contratada a otra entidad, así como la posibilidad de obtener descuentos o ventajas en establecimientos en los que se compre a menudo.

Por tanto, no está de más disponer de una tarjeta de crédito adicional, que puede ser contratada a la misma entidad o a otra diferente. Eso sí, siempre mirando bien las condiciones que exige, ya que si es en otra entidad puede requerir la apertura de una nueva cuenta y llevar gastos asociados, puede que no compense. Si es una tarjeta sin cambiar de banco, hay que ver también con detenimiento las comisiones que pueda acarrear, los tipos de interés por pago aplazado (en algunos casos, superiores al 20 % TAE) y evitar dejarse enamorar por programas de fidelización o descuentos que no vayan a ser provechosos.