¿Qué son los ETF y por qué son una opción atractiva para invertir?

​Conseguir rentabilidad en unos mercados temerosos. Ese es el objetivo de los inversores en estos últimos años, un periodo en que los riesgos geopolíticos siguen siendo el principal temor de los mercados, con Estados Unidos en el punto de mira, sin olvidar a las economías emergentes y la situación de Oriente Próximo.

Así, los inversores están buscando nuevos productos que les permitan arañar ese plus de rentabilidad que ahora se les escapa con las inversiones tradicionales, y en este escenario aparecen los ETF, unas siglas que esconden debajo un producto desconocido para muchos todavía. En concreto, los ETF (Exchange-Traded Funds) son los conocidos como fondos cotizados, es decir, fondos de inversión que tienen la particularidad de cotizar en bolsa, al igual que las acciones.

Esto supone que se pueden comprar y vender en los mercados bursátiles a los precios que se vayan marcando durante la sesión, como cualquier acción de una empresa cotizada en Bolsa. Se caracterizan, además, por replicar a un índice bursátil determinado o también de renta fija. Es decir, su negociación es la misma que cualquier valor o empresa que cotice en bolsa, con las mismas reglas y particularidades, algo que sirve para acercar a los inversores a ellos, ya que se mueven en terreno conocido.

Ventajas

La principal ventaja es que los fondos cotizados permiten diversificar la cartera de inversión (algo imprescindible para cualquier inversor) y acceder a activos que de otra manera sería mucho más costoso. Es decir, abren el abanico de opciones y las posibilidades de lograr rentabilidad. Además, son productos líquidos (es muy sencillo venderlos y recuperar la inversión, ya que cotizan en los mercados).

Desventajas

Pero, como en todo, los ETF también tienen su cara B o menos amable. El primer inconveniente es que, a diferencia de los fondos de inversión, no se pueden traspasar, y las ganancias o pérdidas están, por tanto, sujetas a tributación. Los tramos van desde el 19% para cantidades hasta 6.000 euros y hasta el 23% para más de 50.000 euros. Estas cantidades deben integrarse en la base imponible del ahorro de la declaración de la renta

Además, estos productos pueden suponer un riesgo mayor para los inversores, sobre todo si se contratan fondos especializados en índices emergentes o fondos inversos (cuando se apuesta a la baja contra el mercado), mucho más volátiles que los tradicionales fondos de renta fija o los fondos indexados. 

Además, si se hace sin un asesoramiento previo el riesgo es aún mayor, pues algunos están muy especializados o muy apalancados, y si se accede a ellos sin una buena base de conocimiento financiero se pueden correr mayores riesgos, ya que son mercados sujetos a mucha volatilidad. 

Por ello, antes de apostar por un ETF hay que informarse, consultar a los expertos y contratar uno que se adapte a nuestra filosofía de inversión y nuestras finanzas. Aunque el objetivo con ellos es arañar algo de rentabilidad, no hay que hacerlo a costa de poner en peligro nuestro patrimonio.

Los ETF son un instrumento más que la industria financiera ha puesto a disposición del inversor para que tenga más opciones donde elegir y no ponga todos los huevos en la misma cesta, que es el mantra que debe imperar en cada decisión de inversión. Si se realiza con criterio y precaución, puede ser una buena opción para salir de las estrategias tradicionales sin que suponga un cambio radical para nuestra cartera.