¿Cuál es el capital a asegurar en caso de muerte o discapacidad?

​El seguro de vida debería ser un producto fundamental para todos. Si aseguramos bienes cuya pérdida no es fundamental, por qué no asegurar nuestra propia vida o el riesgo de invalidez. El impacto de esta posible contingencia afecta gravemente a los que más queremos y en todos los ámbitos, entre los que destaca el económico. La solución, aparentemente fácil, sería establecer una cobertura muy alta, por encima de las necesidades actuales de la familia, con un capital que cubriera cualquier contingencia. A cambio, pagaremos año tras año una prima importante. Por todo ello, es importante que calculemos lo mejor posible qué necesidades hay que cubrir teniendo siempre en cuenta que condiciona la misma.

A priori, la tarea no es sencilla. Si cubrimos, por ejemplo, un coche, una casa o cualquier otro bien, lo hacemos sobre un valor conocido y calculado. Con el seguro de vida, este cálculo no es tan directo. Existe una parte de coberturas más rápidas de estimar, la que corresponda a las hipotéticas deudas que puede tener la unidad familiar, pero existe otra parte, la más importante en la mayoría de los casos, en la que hay que considerar otras variables.​

Los puntos clave que determinará el capital del seguro de vida

Debemos realizar un análisis pormenorizado de las necesidades presentes, pero también de las futuras. Por ejemplo, si tenemos hijos, no debemos centrarnos sólo en sus gastos actuales, sino también en cubrir necesidades futuras, como son pueden ser sus estudios. Teniendo en cuenta este horizonte temporal del análisis, estos algunos consejos básicos:

  • Hipoteca y otras deudas: en teoría, debemos cubrir el capital pendiente de pago que nos corresponde. Por ejemplo, si la hipoteca y otros préstamos suman 100.000 euros y fa​​lta la mitad por pagar, debemos cubrir 50.000 euros. Sin embargo, esta cobertura es insuficiente en muchos casos. La titularidad y el porcentaje de pago se reparte sobre el papel, pero en muchos casos, en la práctica, son los ingresos de uno de los cónyuges los que cubren una cantidad mayor. Por ejemplo, si el sueldo de uno de los dos cónyuges es el 80% de los ingresos familiares, debemos elevar el porcentaje de deuda total a la distribución real de ingresos y trasladarlo así al capital que debe tener el seguro de vida.
  • Necesidades familiares específicas: la cantidad a asegurar debe adecuarse a las cambiantes necesidades familiares. Uno de los gastos que cambian a lo largo del tiempo es la protección y bienestar de los hijos, especialmente la salvaguarda de sus estudios, por ejemplo, si van a afrontar estudios superiores o de postgrado. Aumentar la cobertura de un seguro de vida es más barato que hacerlo con un seguro específico para estudios. Igualmente, si dejan de estar a nuestro cargo, podemos ajustar el capital a la baja.
  • Margen acorde al salario del asegurado: además de cubrir todas las deudas y gastos importantes, debemos incrementar el capital por una cantidad superior. Tras el fallecimiento de un miembro de la familia que aporta ingresos, muchos de los gastos se mantienen y otros apenas disminuyen, por lo que se genera un desequilibrio financiero. Para solucionarlo, se necesita un tiempo tanto para reorientar los gastos, procurando ajustarlos a la baja a la vez que se procura aumentar los ingresos. Mientras esto suceda, lo recomendable es que el seguro cubra un mínimo de 3 años de los ingresos de la persona fallecida para que podamos adaptarnos a la nueva situación con suficiente margen.

A partir de estos puntos, es relevante señalar la importancia de ajustar los riesgos a cada miembro de la unidad familiar. Hay muchos casos en los que el seguro de vida sólo lo tiene contratado uno de los miembros de la familia, lo que constituye un error. Si, por ejemplo, en una pareja ambos trabajan y, por tanto, aportan ingresos a la unidad familiar, es recomendable que cada uno de ellos contrate su seguro de vida con unas coberturas que sigan lo especificado en los puntos anteriores.

No hay que olvidar, además, que nuestra edad determina la prima que debemos pagar. Si, por ejemplo, contratamos un seguro con 30 años y mantenemos el capital en el tiempo (o actualizándolo con las subidas del IPC), la prima aumentará conforme vayamos cumpliendo años. Por ello, siempre que haya cambios en necesidades y cobertura, ​debemos ir adaptando el capital que cubra nuestro seguro.​