El origen de los seguros: las guildas medievales

El Rey, el castillo donde vivía el señor feudal, los nobles, los caballeros, los artesanos, los campesinos... Viajamos a la Edad Media, el periodo de la historia que va desde la caída del Impero Romano al descubrimiento de América (s. V al s. XV), en el que se crean pequeños o grandes reinos por toda Europa, en el que la sociedad se rige por el llamado sistema feudal, un sistema de normas que se definen por la descentralización del poder político

El Rey está en la cima y solo debe obediencia al Papa. Los nobles, convertidos en vasallos, rinden pleitesía a su Rey quien les otorga tierras y otros privilegios a cambio de que ellos le defiendan en la guerra. Precisamente eran ellos, los nobles, quienes ejercían el poder en sus territorios. Los campesinos trabajan para ellos en unas tierras que no les pertenecían.

Durante esta época, marcada en nuestro imaginario por dragones que echan fuego y por las Cruzadas, fue cuando comenzaron su desarrollo las actividades comerciales. Los campesinos a los que nobles imponen sus reglas comienzan a emigrar a las ciudades, que crecen e inician el desarrollo de la actividad comercial. En ellas crecen los artesanos, zapateros, alfareros, arquitectos, pintores... que una vez comienzan a extenderse y a crecer se van agrupando en gremios, asociaciones de artesanos de un mismo oficio y que tenían como objetivo controlar las actividades comerciales, los precios y la calidad de los productos con igualdad de condiciones para todos.

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Similares a los gremios, surgen también en esta época las guildas, asociaciones a las que podemos considerar como la antesala de las mutuas o de las compañías de seguros.

 

Al igual que los gremios, las guildas estaban formadas por artesanos, mercaderes o comerciantes de una misma actividad. Estas agrupaciones se constituían mediante el pago de una cuota que permitía el acceso a una hermandad de comerciantes del mismo sector de forma que se creaba un proteccionismo mutuo que cubría las pérdidas a modo de seguro en caso de que ocurriera algún imprevisto como un incendio, una muerte o la enfermedad. De esta forma, cuando uno de sus miembros sufría un incendio o cuando fallecía el artesano dejando familia, era la guilda la que, llegado el caso, se hacía cargo del pago del arreglo de los daños ocasionados por el fuego o de cuidar y dar sustento a los huérfanos y viuda.

En su desarrollo, las guildas comenzaron a tener en cuenta factores vinculados al riesgo al que están expuestos sus asociados, como sus condiciones de vida y salud, creando para ello los que serán las primeras tarificaciones de seguros de vida en la historia. Se trataba de tener fondos suficientes en caso de que alguien falleciese o de que ocurriese un siniestro. De esta forma, las guildas, propulsoras de las mutuas actuales, fueron las primeras en tratar de que la prestación después de que ocurriese un siniestro fuera en consecuencia con el presupuesto disponible y el riesgo asumido, evitando posibles situaciones de insolvencia y de desprotección para los miembros del gremio.

Ser comerciante y viajar de pueblo en pueblo no debía ser tarea sencilla en la Edad Media. Aun sin dragones echando fuego, los peligros debían ser muchos y contar con el respaldo de una guilda detrás, tenía que ser tanto como tener el mejor seguro de vida.  ​