La remuneración en especie, a pesar de que en muchos productos aumente la cuota tributaria a pagar para quien la recibe, sigue siendo muy atractiva tanto para el trabajador como para la empresa. De entre todas las posibilidades de este tipo de retribución, destaca por importancia los que tienen como destino complementar el salario del empleado con aportaciones en algún producto financiero. Estas pueden ser con un fin concreto (por ejemplo, cubrir la jubilación del empleado) o sencillamente para ir constituyendo un cierto capital para el directivo.
Normalmente, nuestra idea mental de un millonario es la de alguien con fajos y fajos de billetes a su disposición en alguna cámara acorazada en su hogar o en un banco, una especie de Tío Gilito cuya imagen se ha potenciado hasta la extenuación por el cine y las series. Sin embargo, una persona rica no tiene por qué tener dinero. Sí, como lo leéis, las personas más “adineradas” son las que precisamente menos liquidez tienen y, de hecho, muchas veces lo reconocen públicamente y son duramente criticados.
La inversión en vivienda ha sido tradicionalmente la forma de ahorro más arraigada entre la población española. El 80% de los ciudadanos de nuestro país es propietario de vivienda, por encima del 70% que se registra, de media, en la Unión Europea. Y aunque el estallido de la burbuja inmobiliaria y la posterior crisis económica modificase este paradigma, lo cierto es que, todavía a día de hoy, el ladrillo es el principal activo en el que invierten las familias españolas.
En España, la inversión en vivienda es la forma de ahorro más extendida que existe. Nuestra cultura prefiere comprar una casa antes de alquilarla porque muchos consideran esta última opción como una forma de “tirar el dinero”. Bien es cierto que comprar una casa asegura un patrimonio que el día de mañana puede revalorizarse (aunque no fue así durante la crisis, cuando muchos españoles vieron cómo el precio de sus inmuebles llegó a bajar a la mitad) y que, además, puede alquilarse a terceros y conseguir una renta extra mensualmente.
Si hace 10 años hubiéramos hecho una encuesta y preguntado qué es la prima de riesgo, seguramente muy pocos hubieran sabido la existencia de este concepto financiero. Una década más tarde y después de llenar decenas de titulares en prensa o televisión, lo más probable es que sean muy pocos los que no sepan identificar y relacionar este concepto con la economía y las finanzas.
Hay vida más allá de la bolsa a la hora de invertir. Sí, aunque muchos lo desconozcan, las posibilidades de inversión no se quedan en los parqués bursátiles, sino que se diversifican entre activos de lo más variopintos. Entre ellos, hay uno que cada vez gana más adeptos; se trata del vino, un caldo que no solo enamora los paladares, sino también los bolsillos.
La jerga financiera suele ser, en muchos casos, difícil de entender por la mayoría de mortales. Pareciera como si los economistas estuviesen buscando constantemente conceptos y términos alejados del día a día de los ciudadanos para comunicarse entre sí y proponer soluciones complejas a los retos que plantea la economía de un país.
Los riesgos y perjuicios de la especulación son bastante conocidos. Se derivan, fundamentalmente, de las pérdidas que se puedan generar (especialmente cuando estallan burbujas) y que, además, se pueden transmitir a todo el sistema financiero. Sin embargo, la especulación también tiene beneficios, como los que explicaremos en esta entrada.
Los fondos de inversión se han asociado, tradicionalmente, a la inversión sofisticada de las grandes fortunas. Razón no falta a quienes tienen este pensamiento, pues los fondos de inversión son instrumentos que utilizan a menudo los grandes inversores. Sin embargo, eso no quiere decir que cualquier mortal no pueda invertir en uno de ellos.