Ana Moreno
Desde hace más de ocho años formo parte del equipo de Nationale-Nederlanden España, y actualmente lidero el área de activos digitales. Mi misión es clara: diseñar experiencias digitales útiles, accesibles y centradas en las personas, que ayuden a nuestros usuarios a tomar decisiones informadas sobre su bienestar financiero.
Cada contenido que publico en este blog está pensado para aportar valor real. Me aseguro de que la información sea clara, actualizada y útil, con el objetivo de acompañarte en tus decisiones financieras de forma sencilla y transparente.
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La tasa de desempleo en España sigue bajando, aunque sus datos siguen siendo más que preocupantes. Con un índice del 20,90% a cierre de 2015, el reto para el 2016 es romper de forma clara la barrera del 20% y alejarse de los fantasmas de la crisis que comenzó en 2007. Las razones de esta alta cifra por desempleo son muy variadas, pero muchas de ellas tienen un componente estructural, a largo plazo. Entre ellos, destaca la rigidez del mercado de trabajo, que tiene uno de sus factores más claros en la movilidad geográfica.
En algunas ocasiones, es bastante habitual confundir conceptos e indicadores económicos que, si bien pueden parecer similares, tienen connotaciones bastante diferentes. Esto es precisamente lo que ocurre con el IPREM y el SMI que, si bien se utilizaron de manera indistinta en el pasado, en la actualidad sirven como referencia para conceptos que no tienen demasiado que ver entre sí.
Existe una vieja expresión que asegura que el dinero no da la felicidad a la que muchos le añaden la coletilla ... pero ayuda. La clave es saber cuánto y cómo puede llegar a ayudarnos a ser más felices. Existen multitud de estudios, con fórmulas matemáticas incluidas, que han tratado de dar una respuesta coherente a tal cuestión.
Como cada año por estas fechas, tenemos que volver a regularizar nuestra situación con la Agencia Tributaria a través de la Declaración de la Renta. Al calcular el resultado, si te sale a pagar, debes saber que podías haber hecho las siguientes cinco cosas para optimizar tu Declaración de la Renta.
En prácticamente ningún momento de la historia, los precios se han mantenido inalterados de un año para otro. Pensemos en lo que podía costar comprar el periódico o una barra de pan hace 50 años y en cuánto cuesta ahora. Y pensemos en cuánto pagábamos por nuestra tarifa de móvil apenas cinco años y en cuánto pagamos ahora. Son las dos caras de la misma moneda, aunque con connotaciones muy diferentes: en la primera de ellas, la inflación ha provocado que paguemos más por los mismos bienes mientras que, por su parte, una mayor competencia entre compañías ha servido para que gastemos menos en nuestra factura de telefonía móvil.
Cuando se asegura un bien, siempre se considera su valor real para poder determinar la viabilidad del contrato de seguro y el importe de la prima a pagar. Este dato hay que calcularlo con rigor y con una precisión razonable, incluso en los casos en los que el bien objeto del seguro sea difícil de valorar, para garantizar que en caso de siniestro los beneficiarios perciben una compensación justa y coherente.
Cualquier producto que compremos, especialmente los dispositivos electrónicos, pierde valor desde ese mismo momento. Y no solo por el uso; el propio paso del tiempo y la aparición de nuevos modelos en el mercado, que en muchas ocasiones incorporan más prestaciones y una mejor tecnología, provocan un envejecimiento acelerado de nuestros dispositivos.
Ante la difícil situación en la que se encuentran los diferentes sistemas de pensiones europeos en la actualidad, la mayoría de países están en la fase de redefinición y ajuste de sus sistemas de previsión a las nuevas realidades sociales. Los retos a los que se enfrentan son importantes: el continuo envejecimiento de la población provocará un aumento de la población beneficiaria de las pensiones y una disminución notable de los trabajadores que con sus cotizaciones contribuyen a la sostenibilidad del sistema.
La vinculación de seguros de vida asociados a la hipoteca es una práctica muy habitual por parte de los bancos. Actualmente, se suelen presentar dos posibilidades: una primera, que obliga a contratarlo como requisito indispensable para la concesión de la hipoteca, y una segunda, menos estricta, que ofrece bonificaciones en el tipo de interés de la hipoteca si se contrata ese seguro.