Cada vez es más frecuente que diversos medios de comunicación nos desaconsejen hacer la compra en el supermercado antes de comer. ¿Es cierta esta afirmación o se trata de otro de esos bulos y mitos que corren como la pólvora por Internet? ¿Es real o da igual si vamos con hambre o no al supermercado?
En algunos países del mundo, la bicicleta es un medio de transporte muy popular para recorridos de todo tipo, incluido el de casa al trabajo. En España, no tanto, aunque muchas ciudades cada vez están mejor preparadas para que las personas aparquen el coche y elijan ir a todas partes pedaleando.
En un contexto de bajos tipos de interés como el que actualmente rige en las finanzas europeas, es difícil pensar en cuál es el mejor instrumento en el que invertir nuestros ahorros. Si bien existen alternativas para hacerlo, ninguna de ellas está exenta de riesgos, lo cual no puede ser muy recomendable para algunos ahorradores con perfiles mucho más conservadores.
En la actualidad, escoger entre un producto de ahorro u otro es tarea bastante complicada. Los bajos tipos de interés que rigen el mercado en la actualidad han hecho perder atractivo a los productos de renta fija, y no todos los inversores están dispuestos a asumir un mayor riesgo con los productos de renta variable. Cabe pensar que, con la progresiva subida de tipos de interés en Estados Unidos y una política monetaria expansiva en Europa, el futuro seguirá siendo muy similar, lo que puede significar una mala noticia para los ahorradores.
Los bajos intereses que ofrecen en la actualidad los productos de renta fija están provocando un desplazamiento de los capitales de los ahorradores desde los tradicionales activos hacia otros que ofrecen una rentabilidad mayor. Uno de los productos que más simpatía despierta entre los inversores particulares son los fondos de inversión. En la actualidad, las gestoras en España gestionan en torno a 218.000 millones de euros, el equivalente al 15% del PIB de nuestro país,
A pesar de que la reforma fiscal ha introducido algunas mejoras en la tributación de las familias, especialmente en las familias numerosas, los beneficios fiscales por los hijos en España son muy bajos en comparación con las de otros países de nuestro entorno. Las ayudas pueden ser de dos tipos. Por un lado, están las ayudas directas, es decir las que suponen un pago o deducción directa vinculado al número de hijos. Entre estas están, por ejemplo, la deducción por número de hijos o la ayuda de 1.200 euros al año (que puede solicitarse como abono anticipado mensual) a las madres trabajadoras con niños de hasta 3 años. Pero, además, también podemos encontrarnos con ayudas indirectas, deducciones que no van directamente relacionadas con los hijos pero sí con gastos que estos ocasionan, y entre estas, destacan las que cubren el cuidado de los más pequeños.
La reforma fiscal que entró en vigor en enero de 2015 ha cambiado muchos aspectos impositivos sobre los productos de previsión y la fiscalidad de los instrumentos para la jubilación en general. Se han reducido las aportaciones máximas anuales a tan solo 8.000 euros, se han creado nuevas ventanas de liquidez a los 10 años y también se han dado incentivos que buscan mejorar los recursos cuando lleguemos a la edad de la jubilación.
Ya se sabe, llega enero y, además de los buenos propósitos, llegan también las subidas de los precios. La lista de bienes y servicios que suben puede llegar a ser larga: cada año, al despertarnos el 1 de enero nos encontramos con que el billete de metro ha subido unos céntimos o que el taxista aumenta el coste de la bajada de bandera. Pero seamos optimistas, porque este año las cosas son algo distintas.
Todos lo hemos soñado y algunos hasta lo han vivido. Levantarse un día, acceder a la cuenta del banco y alucinar al comprobar que tiene mucho más que la última vez que la habíamos revisado. ¿Un dinero extra? ¿hemos ganado la lotería?¿heredado? ¿nuestra empresa nos ha recompensado sin nosotros saberlo? No, todo puede ser más sencillo y a la vez algo complicado: se trata de un fallo del banco. Al fin y al cabo, quien está detrás de una ventanilla de una entidad o se encarga de darle al botón para confirmar las operaciones en un ordenador es un ser humano y puede cometer errores.